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lunes, 7 de junio de 2010

ATRACO A LAS SEIS.












La iglesia católica, va poniendo sus cuentas al día y después de Copérnico, en este año de 1992, Juan Pablo II declara que la condena a Galileo Galilei fue injusta; a este paso y con cuatrocientos años de retraso, creo que le costará bastante ponerse al corriente en temas de avances de la ciencia, sobretodo comparando la velocidad de los descubrimientos científicos y el reconocimiento de los errores eclesiales. Para tener a Dios de su parte, tienen poca visión de futuro.
En temas más terrenales se firma el tratado de Maastricht, que crea la moderna Unión Europea.
En España, es un año que quedará en la historia por los avances que supusieron la organización de la EXPO-92 de Sevilla y las Olimpíadas de Barcelona; eventos que sirvieron de excusa para dar un salto cualitativo en el desarrollo de las infraestructuras españolas. Como buque insignia podríamos destacar el bautismo del AVE Madrid-Sevilla que circulaba a 317 Km/h.
Por nuestra parte, seguíamos nuestra vida que discurría con normalidad, si bien no fue de los mejores años para recordar. En este año tuvimos algún sobresalto y una época bastante movida.
Mª José seguía con las clases particulares de música, que con el transcurso del tiempo y gracias a la buena acogida entre la gente y a su profesionalidad, hacía que sus alumnos se multiplicaran, e incluso fuera de un cierto prestigio en la localidad, asistir a sus clases.
La verdad, es que se lo ganaba a pulso, pues a parte de las clases, preparaban los exámenes para la asignatura de canto coral y a final de curso se hacía una audición en algún local que nos cedían todos los años, donde los padres podían ver y oír a sus hijos interpretar lo que habían aprendido durante el curso, lógicamente embelesados de ver a sus retoños ser los protagonistas ante un público totalmente entregado, claro. Finalizaba la fiesta con un vino y un tentempié.Teniendo la profesora en casa, no podía desaprovecharse y Víctor empezó a estudiar música, que ya iba escuchando desde bien pequeño, con lo que tenía bastante facilidad. Claro, presentar por libre a un chavalín de once años a los exámenes en el Conservatorio de Castellón y verlo interpretar, muy bien por cierto, la partitura, tenía su mérito y aprobaba con buenas notas.
Unos estudios que serían la base de la que a día de hoy es su afición, gusto, incluso obsesión por todo lo relacionado con el mundo musical. Pero de eso hablaremos en su momento.
La vida mientras tanto discurría plácidamente. Cuando yo llegaba del trabajo y Mª José acababa con las clases, cerrábamos la tienda y ya estábamos en casa. Ventajas de tener tienda y vivienda todo junto.
Una noche o más bien una madrugada, estando durmiendo, oímos sonar el timbre de la puerta de la tienda al abrirse; como estábamos durmiendo, en un principio me desperté, con la sensación de que lo había soñado, pero ya despierto al momento volvió a sonar el timbre de la puerta. Esta vez no podía dudar, que alguien estaba entrando en la tienda y siendo las seis de la mañana, tenía claro que no era un cliente. Salté de la cama y me dirigí a la tienda, de la que nos separaba una puerta de doble hoja. Mientras iba corriendo, la distancia era de unos diez metros hasta la puerta, las neuronas iban analizando la situación a toda velocidad: tengo que salir, tengo que intimidarlos, no puedo dejar que entren en la vivienda y nos cojan a todos en la habitación indefensos, tengo que conseguir algo para defenderme, un cuchillo de la cocina, no, puedo herir a alguien o pueden cogérmelo y herirme a mí, la raqueta de tenis es lo más apropiado, me puedo defender mejor a distancia. Entro en la habitación de Víctor y Ferran. Cojo la raqueta de tenis. Salgo disparado. Abro la puerta. Dos jóvenes, supongo que drogatas, seleccionando el material que se iban a llevar (sin pagar, claro). Les grito: "¡EEEH, QUÉ HACÉIS AQUÍ!" (como si no lo supiera). El susto que se llevaron fue morrocotudo, pues no esperaban encontrar a nadie dentro.
"HOSTIA EL DUEÑO", por suerte, se llevaron tan gran sobresalto, que se dieron la vuelta y echaron a correr calle abajo y yo detrás persiguiéndoles (valiente ahí, con dos cojones) gritando, "¡¡LADRONES, LADRONES!!", más que nada para alejarlos de casa. Tampoco insistí demasiado, como comprenderéis a enemigo que huye, puente de plata . . .
Así acabó la cosa. Con un cierto canguelo, pero con final feliz. El problema fue que yo a los pocos días, por un cursillo del trabajo, me tenía que ir a Segovia por tres o cuatro días y claro no me hacía ninguna gracia dejar sola a la familia, con dos críos tan pequeños, pero no había más remedio y me fui no demasiado tranquilo, dejando a Mª José que tampoco es que se alegrara mucho. Al final no pasó nada y ahora lo contamos como una aventura. Ya lo dice Woody Allen: "La comedia es una tragedia, vista con la perspectiva del tiempo."
No fue el único sobresalto del año. Ni siquiera el más grave.
Un día estando Mª José en la habitación, Víctor tenía a Ferran en brazos y no se sabe como, fueron a dar los dos en el suelo. Víctor tenía once años y claro ya era bastante alto con lo que el golpe que se dio Ferran fue bastante fuerte y de cabeza.
Lo llevamos corriendo a la pediatra, que nos citó para el día siguiente en su consulta en Vall D´Uixó para hacerle unas placas.
El resultado no fue bueno: rotura del parietal.
Quedamos muy preocupados. La doctora, nos dijo que a los críos pequeños les soldaban bien los huesos y no tenía por qué ser grave. No obstante nos encomendó que lo vigiláramos y que si vomitaba en las próximas horas, nos fuéramos directamente al hospital por urgencias.
Por la mañana, Mª José le dio el biberón y lo vomitó inmediatamente. Nos asustamos como pocas veces nos hemos asustado en esta vida. Nos dirigimos al hospital, lo ingresaron y empezaron a hacerle pruebas. Recuerdo estar en la sala de espera, que casualmente estaba cerca de la habitación de donde nos habían hecho salir los médicos para sacarle sangre, preveyendo que sufriríamos si le veíamos padecer, pero fue horrible oír su llanto, tiempo y tiempo. Pensando pero qué le están haciendo, por qué tardan tanto. Fueron de los peores momentos de nuestra vida.
Estuvimos ingresados sobre una semana. Mª José estaba durante el día y cuando yo terminaba mi jornada de trabajo, me cogía un bocadillo de un bar y la reemplazaba y pasaba la noche, Por la mañana, antes de las ocho, venía Mª José para que yo me fuera al trabajo y pudiera llegar a tiempo de fichar en hora.
Tras innumerables pruebas, muchas noches sin dormir y mucho darle vueltas a la cabeza, el resultado no tuvo que ver con la caída. Resultó que tenía intolerancia a las proteínas del vacuno y la mala suerte, hizo oque se manifestara justo el día después de la caída.
Al final nos mandaron a casa, con la lista de lo que no podía comer y claro, que lo controlásemos.
Así pasamos una temporada. Le daba Mª José el biberón y nos quedábamos observándolo a ver si no vomitaba. La mayoría de las veces, lo devolvía y vuelta a la intranquilidad. Una o dos veces estaba en el trabajo y me decía la recepcionista que me llamaba mi mujer. Yo ya sabía que no eran buenas noticias. Efectivamente, se iba a urgencias, pues había vomitado y claro sin retener nada, se deshidrataba. Le ponían suero y a casa.
Y así pasamos una larga temporada, hasta que se estabilizó y pudimos relajarnos un poco. En la guardería, sabían qué le podían dar y qué no. Si alguna vez se despistaban y le daban un yogur, el propio crío, les decía: "No, eso no lo puedo tomar". Ferran siempre ha sido muy consciente de lo que podía y no podía hacer y no ha echado de menos las chucherías, siempre lo ha tenido asumido.
Al final, todo terminó bien, pero no fue el mejor año de nuestra vida.

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