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martes, 23 de febrero de 2010

Deportes y música.

El año 1967 es recordado entre otras cosas por la muerte del "CHE", a manos del ejército boliviano, si bien a él se las cortaron, como prueba fehaciente de su muerte.
También aconteció en ese año la "Guerra de los seis días", durante los cuales el ejército israelí, conquistó gran parte de Egipto y Jordania y atacó Siria, como un demostración de fuerza ante la constante tensión con sus vecinos árabes.
En Sudáfrica Christian Barnard, realiza el primer transplante de corazón; no todo eran malas noticias.
Se publicaba en ese año "Sargent Pepper´s", de los Beatles y en Buenos Aires "Cien años de soledad" de Gacía Márquez.

En España ingresa en prisión Marcelino Camacho, líder del sindicato clandestino CCOO.
Yo estaba en mi tercer año en el colegio Salesiano, cursando 2º de bachillerato y me había integrado ya totalmente en la filosofía del mismo. Como os dije descubrí un nuevo mundo y sobre todo, descubrí el deporte. Allí todo te incitaba a practicarlo; grandes espacios abiertos, con sus porterías de fútbol, canastas de baloncesto. . .
Siempre se solía llegar un buen rato antes de entrar a clase y se jugaba un partidillo, al que se iban sumando los que iban llegando. En los recreos era lo mismo; todo bullicio, críos corriendo detrás de un balón. .
Hasta entonces, mis juegos no pasaban de correr de un lado a otro, de esconderse y con un poco de mala suerte, romperte la crisma. Yo las habilidades con los distintos balones con que se jugaba al fútbol o al baloncesto, no las tenía ni conocía las reglas de juego. Hasta tal punto, que cuando me sumaba a un partido, me encontraba raro, porque, claro al principio no conocía a nadie, pero allí a nadie se preguntaba quién era o a qué curso iba.
Yo corría de arriba para abajo y alguna vez, supongo que por error, o por el rodar de la pelota, esta caía a mis pies y yo me deshacía de ella como mejor podía que solía ser mal. En estos principios, una vez me hicieron falta, no sé por qué; una norma no escrita, era que a quien le hacían la falta la lanzaba. Yo me vi delante de la pelota, cerca de la portería y por delante sólo quien, supongo que por desgracia, le había tocado hacer de portero; y me dije:"ésta es la mía" y me lancé, pero no a chutar, sino a correr con la pelota hacia la portería, ante el estupor general de mis compañeros de juego. Ese era mi conocimiento del reglamento del fútbol. En este caso, no salí muy mal parado de mi analfabetismo futbolero, pues era tan grande la burrada, que creyeron que les había gastado una broma, así que me volvieron a plantar la pelota, y esta vez sí, chuté, supongo que con no mucha fortuna. Pero yo iba aprendiendo, reglamento y habilidades y sobre todo a correr. Como la táctica en estos partidillos, solía ser bastante simple: patadón adelante y a ver quién la coge, yo me solía poner delante, resulta que eso era ser delantero centro, y como corría bastante más que los demás, solía quedarme con el balón y delante del portero y metía goles, así que me empezaron a querer todos en su equipo. Yo corría y corría, parecía Forrest Gump. Así que el profesor de gimnasia, me propuso ir a una carrera que hacían en Castellón del campeonato escolar. Y dije que sí. Mi primera carrera. Y me pose a correr. Y me puse a pasar gente, eramos un montón de críos. Y llegué segundo y me dieron mi primera medalla. Luego vendrían muchas más, en los campeonatos escolares infantiles. Después en los juveniles. . .
Luego unos amigos de colegio y de vecindario, me dijeron que había un
campeonato local de fútbol y me propusieron jugar con su equipo. Y dije que sí. Al equipo le pusieron de nombre "El Rayo", así que mi madre me tuvo que hacer (no, no comprar, hacer) el equipo. Cogió una camiseta interior blanca, que era con las que hacíamos gimnasia entonces y le cosió un franja roja transversal y detrás un número. El "9", el del delantero centro. Y no, no ganamos el campeonato, pero yo metía algunos goles y al año siguiente, me llamaron del Burriana infantil para una prueba y la pasé y jugué con el "9" en el equipo local. Ese año sí que ganamos el campeonato.
Luego el profesor de educación física, me propuso probar con el baloncesto. Y dije que sí. Y allí andaba de infantil, con los mayores, con los juveniles, que me tenía casi como una mascota. Yo quería el mismo número "9" que en el fútbol, hombre, por no liarme con tanto número, pero todavía no era tan bueno, así que me tuve que conformar con el que me dieron. Y me dieron el "10", no estuvo mal. Y ese sería ya siempre mi número en el equipo de basket.
Los estudios, tampoco me iban mal. Salía alguna vez en el cuadro de honor y mi madre se encargaba de controlar que pusieran mi foto en el cuadro, ya que alguna vez se les olvidó y no era cosa de que saliera Javier, que vivía en mi misma escalera y no me pusieran a mí.
Como iba bien con los estudios y tras mi primer "contacto serio" con la música en las actuaciones veraniegas, mis padres me compraron una guitarra y un método "Tárrega" para aprender.
De los vecinos de enfrente del piso, que tenían tres hijos, uno tocaba en una rondalla, así que me enseñó algunos acordes y algo de ritmo y ahí que andaba yo practicando con el método y alguna ayuda del vecino, para ir sacando canciones.
Y veréis que deporte y música jugarán un importante papel en mi vida.
Mi padre mientras tanto se había comprado otra moto. Esta vez una Bultaco. Supongo que no estaría muy contenta mi madre, pero claro él tenía que ir a trabajar y no tenía carné de coche. Fui a acompañarle a sacar la moto del taller para estrenarla. La compró en Talleres Agustí, en el "carrer dels abrets". Y nos fuimos los dos, tan contentos con la moto nueva.
A mi padre, "el amo", el Sr. Sendra de Valencia, le hizo encargado de una finca que tenía en Sagunto. Así que, todos los días, cogía la moto y se iba a Sagunto hasta la noche, en que llegaba a casa sobre las siete. Alguna vez en vacaciones, yo le acompañaba. El viaje ahora parece corto, pero por las carreteras de entonces, se prolongaba por espacio de casi una hora. Me imagino, que hasta acostumbrarse, mi madre se debía rezar diez o doce rosarios por la mañana y otros tantos por la tarde, hasta verle a entrar en casa sano y salvo.
Yo en verano, seguía en casa de mis primos. A veces como interno, esto es quedándome a dormir y si no, me desplazaba en una bici que había sido de mi padre y me quedaba de media pensión, o sea a comer.
Seguíamos con nuestras aventuras, con las chicas, lo típico de los críos en verano; alguna sobreexposición al sol, con las típicas quemaduras en los hombros en forma de mariposa.
Una vez estábamos la pandilla de los chicos en "la mar morta", que era una playita, dentro del puerto, donde estaban "les barques de Sanz", las cuales el tal Sanz alquilaba por horas a las jóvenes parejas de novios, para ir por dentro del puerto. Había por allí un hombre algo mayor, que no regía del todo bien y alguno del grupo, le debió de decir algo que no le gustó, así que cogió una piedra y se la lanzó a quien le había insultado. Este prevenido de lo que podía pasar, se agachó, así que la piedra no le dio y siguiendo su trayecto, fue a dar sobre una cabeza, unida a un cuerpo que estaba allí y que era el mío. "Cloc", noté que la sangre me caía por la cara, un líquido viscoso, os suena no. Me cogieron entre todos, y a correr a casa a que me curara mi tía. Yo con la sangre en la cara, les preguntaba si tenía el ojo, pues no sabía si me lo había vaciado. Al final todo terminó con una tirita, ni siquiera puntos y una nueva condecoración en mi cuerpo en forma de cicatriz encima de mi ceja. De verdad, que yo era un buen crío. No hacía nada.
Y así pasaban los veranos, hasta que mi tío vendió el chalet y yo dejé de ir a pasar los veranos con mis primos. Y vinieron otras pandillas de chicos, otras pandillas de chicas. Y los primeros emparejamientos inocentes. Cuando estábamos por ésta o por la otra.
Dejamos de vernos con las chicas de los chalets de enfrenta, con la valenciana y exótica Maribel, con Begoña, Consuelín y la chiquilla delgaducha. . .
Y como dijo el clásico: y fuese y no hubo nada, ni con Maribel, ni con Begoña, ni con la chiquilla delgaducha. . .

viernes, 19 de febrero de 2010

Una chiquilla delgaducha.

Comienza en china "la revolución cultural proletaria" que promueve Mao y que lleva a cabo su "guardia roja" y cuyo símbolo es el famoso libro del mismo color. En la URSS, tras el derrocamiento de Nikita Kruschev, es elegido nuevo secretario general Leónidas Berznev. En EEUU Lindon B. Johnson, manda soldados a Vietnam del Sur, para ayudar a dicho país, contra el avance del Vietcong. No sabía entonces dónde se estaba metiendo y lo que esperaba a los americanos.
Ese año, ganó el Oscar "Sonrisas y lágrimas", cuyo papel principal lo protagoniza Juie Andreuws.
En España, Carlos Saura gana el Oso de Berlín con "La caza". Manuel Santana gana Wimbledon y el Madrid, el equipo del Régimen, gana su sexta copa de Europa; ya aburren, ¿no?.
En cuestiones políticas, seguimos igual. Se prohibe un homenaje a Antonio Machado en Jaén (el palo) y se aprueba la Ley de Prensa, por la que desaparece, en teoría, la censura previa (la zanahoria). Esta ley, la promovió Manuel Fraga (sí, no es el padre del actual, es él).
En esos años de los Beatles, Rolling, etc., en España teníamos a los Brincos, Los Bravos, Los Sirex, Miky y los Tonis, Los Rebeldes. . . ¿Los Rebeldes?. . .
Los Rebeldes, eran un grupo amateur, formado por tres o cuatro o cinco componentes; dependía de que los padres nos dejasen salir para nuestra actuación por la noche.
Sí, claro, es que este grupo éramos mi primo José Luis Pitarch, Juanvi, yo básicamente y algún otro primo o amigo que se sumase a última hora. Nos compramos unas gorras del ejército rebelde americano, naranja, que se pusieron de moda en aquel año y que dieron nombre a nuestro "grupo".
Los instrumentos eran guitarras de madera, con cuerdas de hilo de pescar de nilon y la batería cajas de cartón de distintos tamaños. Yo era el batería y ese fue mi primer contacto "serio" con la interpretación musical. Y la música, veréis, jugará un papel importante en mi vida.
Aquél año terminé mi primer curso en los Salesianos, el ingreso, descubriendo un mundo totalmente nuevo en ese colegio, en el que estaría durante ocho años, durante los cuales se pusieron los cimientos de mi futuro. Parece grandilocuente, pero veréis que durante ese tiempo, sucedieron cosas, que sin parecer tener mucha importancia, fueron luego cruciales para el resto de mi vida.
Acabado el curso, yo solía pasar el verano con mis primos en el chalet, que se había construido mi tío en el mar. Ya os dije que mi tío era un genio y un manitas.
Allí, como solíamos terminar bien el curso, tanto mis primos como yo, no teníamos ninguna obligación de estudiar y ocupábamos el día yendo a la playa a nadar, cogiendo cangrejos, caracoles, jugando por "les oliveres", "tocando música". . . todo ello lo hacíamos junto con la panda de amigos que había por el vecindario. Y también había chicas. . .
Enfrente del chalet de mis primos, había dos chaletitos, en uno de los cuales había una familia de Valencia, cuya hija era de nuestra edad y en el otro una familia con varios hijos, no recuerdo entonces si serían cuatro o cinco, pero llegaron a ser hasta doce.
La pandilla, la formábamos nuestro "grupo de música" y las chicas eran: Maribel, la chica valenciana, el toque exótico del verano, Consuelín, que vivía en otra casa cercana y las dos hermanas de la familia numerosa Begoña, que tenía nuestros años y su hermana pequeña, que tenía que ir con su hermana mayor, claro, una chiquilla delgaducha.
Claro a los chicos, la que nos gustaba a todos, era Maribel, la valenciana, con sus bikinis de piel de leopardo. . .
Cuando nos íbamos con la bicis (parece Verano Azul, pero es que era así), nadie quería llevar a Begoña, porque estaba un poco. . . digamos. . . gorda. Maribel era la estrella y ella lo sabía; y luego estaba la chiquilla delgaducha a la que teníamos que aguantar.
Por las noches tocaba "actuación" y alguna vez teníamos público, los padres, a quienes martirizábamos aporreando nuestros instrumentos caseros. La chicas cantaban canciones con la coreografía que ellas se hacían y que ensayaban durante el día. Al final siempre había aplausos.
Fue una buena época la de aquellos veranos, con la música, la pandilla y las chicas: Maribel, Consuelín, Begoña y aquella chiquilla delgaducha.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Que no pare la música

Vaya década la de los sesenta para la música.
Londres parecía por entonces la impulsora de la moda y la música.
Ahí estaban en pleno apogeo Los Beatles, a quienes se les concedió este 1965 la Orden del Imperio Británico, lo que llevó a otros miembros de la Orden a devolver sus medallas, por no estar dispuestos a compartir ese honor con unos melenudos. Y eso que Los Beatles, eran los "buenos chicos", porque los más transgresores eran los Rollings, con Mick Jagger y su entonces novia, la también cantante Marianne Faithfull, encarnaban el inconformismo de la época.
En Londres surgió también, un grupo urbano denominado "mod" apócope de moderno, que se desplazaban en Vespa y cuyo grupo favorito eran Los Who. No estaba mal la movida londinense.
Las melenas de los componentes de los grupos se iban alargando y las faldas de las chicas acortando. Mary Quant diseñaba la minifalda.
La modernidad, iba llegando poco a poco también a España. Ese año vinieron de gira Los Beatles por primera vez, desatando la locura entre la juventud, sobre todo, como no, entre las chicas.
El régimen, seguía con la estrategia del palo y la zanahoria, proclamando las bondades de su buen gobierno y sofocando las cada vez más asiduas revueltas estudiantiles.
Burriana era por entonces una ciudad volcada en la agricultura, sobre todo la producción y exportación de naranjas, que representaba algo más del 10 % de las exportaciones españolas y que en esta mitad de los sesenta, eran unas 120.000 Tm. lo que salía por el puerto, dando ocupación esta actividad agrícola a las 2/3 partes de la población activa de la época. Sería, posiblemente, el canto del cisne, pues con el desarrollo económico, la mejora de las infraestructuras, carreteras y ferrocarril, con el consiguiente abaratamiento del transporte, llevaría a bajar el tráfico marítimo a tan sólo 30.000 Tm. al final de la década, siendo el principio del fin del puerto comercial como tal, pasando a ser, con el tiempo, tan sólo puerto pesquero.
Nosotros, los Sorlí, llegados de Murcia, sanos y salvos, de momento, nos reintegramos a la vida de la ciudad, volviéndonos ya prácticamente sedentarios, pues si bien mis padres todavía se fueron un año a Gandía, yo no los acompañé, por mis obligaciones estudiantiles.
Mi madre seguía con el pluriempleo, aunque sólo tenía dos: iba al almacén, como encajadora de naranjas y había adquirido bastante fama en Burriana, almidonando y estirando manteles, siendo conocida como "Pureta la dels mantelets" y teniendo con este trabajo una buena y estable fuente de ingresos; dicho sea de paso "els mantelets" y "cubertors", ocupaban buena parte del espacio de casa.
Como cuando vinimos de Murcia, todavía no había acabado el curso, me tuvieron que buscar un colegio, en el que pasase los dos o tres meses que faltaban para finalizar el mismo y que no perdiera los conocimiento adquiridos. No sé como, pero supongo que por alguna influencia, acabé en el colegio Carmelita.
Es una fase de mis estudios, de la que no guardo ni buenos ni malos recuerdos. Es como una especie de sueño, porque no me llegué a integrar nada en absoluto en la filosofía del colegio. Apenas llegué a hacer amigos. Por aquella época, seguía con los antiguos amigos de la vecindad y del colegio Cervantes, el más cercano José Mut.
Recuerdo que un domingo, habíamos quedado en ir al cine, como no, a la función de las 4. Hacían "Espartaco" de Stanley Kubrik. Sí, era una película que había ganado el Oscar en 1960, pero entonces, aquí las películas, no llegaban tan rápido como ahora.
Bien pues quedamos en ir a la función de las cuatro, que era la infantil, pues a la de las siete, ya solían ir las parejas de novios más mayores y los matrimonios, pues los maridos, después de la comida, se iban al casino y luego iban a por las mujeres para sacarlas al cine y a tomar algo. Que sí, ya lo sé, pero la cosa era así, qué le vamos a hacer. Se que suena fatal, pero no me distraigáis que pierdo el hilo.
Teníamos que ir a la función de las 4. Ese domingo yo me salté la misa de la mañana. No sé por qué, pesados. El caso es que mi padre, no se cómo, me pilló. Me coge y me dice: "a qué misa has ido hoy" - "pues a la de doce esta mañana a los salesianos" -"pues yo he estado allí y no te he visto". Total pillado. Así que me hizo ir a misa por la tarde. Paradojas de la vida, quien había luchado con los "rojos", obligando al hijo a ir a misa, integrándose así a los usos y costumbres de la época. Claro la misa era a las cinco en los Carmelitas, por lo que no me daba tiempo a ver la película. Fui a misa y al salir, intenté sacar entrada para ver "Espartaco" en la función de las siete. Imposible. Así que rondando por los tres cines que había en Burriana, sólo encontré entradas en el Cine Requena para ver . . . "Franco ese hombre". Me pasé esperando a que empezase la película durante la hora y media, que duró aquél NO-DO larguísimo, que filmó José Luis Sáez de Heredia, para mayor gloria del dictador y como enaltecimiento de los famosos "25 años de Paz". Parece que el generalísimo, dado que firmaba menos sentencias de muerte, tenía más tiempo para ir de caza y a inaugurar pantanos. Sí todavía se firmaba alguna sentencia de muerte, aplicándose el garrote vil. Si os queréis documentar sobre este sistema, os recomiendo la película que ese año filmó Luis García Berlanga: "El verdugo", con el inolvidable José Isbert. Mucho más recomendable que "Franco ese peazo de hombre".
Bien, pasó el verano sin que me rompiera nada, de verdad que yo era un buen chico, lo único que pasa, es que ponía mis diferentes partes anatómicas en el lugar menos indicado y en el momento más inoportuno, pero yo no hacía gamberradas ni nada parecido. Como os decía pasó el verano y yo con diez años , tenía que empezar el bachillerato, así que mi madre, quiso que fuera a un buen colegio.
Ya os he comentado que mi paso por el Colegio de los Carmelitas, no dejó en mí ninguna huella.
Mi madre, quería para mí lo mejor y lo mejor entonces era el Colegio Salesiano y como nuestra situación económica, sin ser ricos, era bastante desahogada, tenía que ir a un colegio de pago, si bien, conseguí alguna beca; así que ese verano tuve que hacer una prueba en los salesianos, por ver si tenía el nivel suficiente para comenzar con el ingreso, que era entonces el primer curso del bachillerato.
Y sí, pasé la prueba e "ingresé" en los Salesianos, dando paso así a una de las mejores etapas de mi vida, coincidiendo, con el inicio de la adolescencia.
Y eso eran palabras mayores, porque a partir de entonces se iban a precipitar los acontecimientos, uno tras otro, todos ellos de una aparente intrascendencia, pero que serían cruciales, en el futuro inmediato y no tan inmediato del resto mi vida. . .
Vale.

lunes, 15 de febrero de 2010

Pa fuera telarañas.

En Burriana, estamos de estreno. Después de una gira por varios inmuebles de la ciudad, se inaugura la que será, hasta ahora mismo, la nueva sede de la Casa Consistorial, ubicada en el lugar que ocupaba la misma en los años de la guerra.

En EEUU el tema de la segregación racial, ocupa el espacio político, cultural, incluso deportivo.
Martin Luther King, que ha firmado junto al presidente Lindon B. Johnson la Ley de los Derechos Civiles, recibe el Nobel de La Paz. Sidney Poiter, es el primer actor negro en recibir un Oscar y Cassius Clay, se proclama, con 22 años, campeón del mundo de boxeo de los pesos pesados. Por contra en Sudáfrica, es encarcelado Nelson Mandela, que no saldría libre hasta 27 años después convirtiéndose en un icono de la lucha contra el "apartheid".
Franco, en España, inaugura una nueva campaña, una más, de autobombo, con la escusa de los "25 años de Paz"
Mi padre sigue con su larga recuperación, operaciones para tratar de recomponer lo que de haber sido tratado como debería, no hubiesen hecho que algunas secuelas del accidente, fueran irreversibles. Pero, aunque fueron tiempos duros y difíciles, salimos adelante, acoplándonos a las nuevas circunstancias.
Se celebró el juicio, en el que se declaró culpable al pobre hombre, cuyo único delito fue un despiste, desde luego trágico, después de estar toda la jornada trabajando duramente, para poder subsistir en aquellos duros tiempos, junto con su familia. A mi padre, la compañía aseguradora, le pagó el tratamiento necesario para recuperar en lo posible la normalidad, además de una pequeña pensión y una declaración de incapacidad parcial y permanente.
Así que tocaba volver a levantarse y ponerse a trabajar.
Yo había concluido la enseñanza primaria en el colegio público Cervantes, cursando el 6º y como llevaba dos años de adelanto porque me hicieron saltar dos cursos, 2º y 4º, pude acompañar a mis padres en la nueva aventura fuera de casa. Porque como os he dicho había que seguir y mis padres seguían dedicándose al tema de la naranja.
Nuestro siguiente destino fue Murcia. Íbamos ampliando horizontes.
Allí teníamos el consabido piso que nos cedían, como no, encima del almacén. Este estaba en una pedanía de Beniaján, pueblo murciano y esta pedanía era El Secano, situada a escasamente un kilómetro.
Yo me desplazaba todos los día a pie al colegio. No sé qué curso estudiaría, pues como os digo había terminado la primaria, pero bueno era cuestión de seguir en el colegio.
Por aquella edad y con los amigos que hice por allí, nos dedicábamos a jugar por el almacén, por los campos, coger fruta de los huertos. . . En una de estas, nos vio la guardia rural y tras darnos un buen susto, cogiéndonos la dirección, nos dejaron irnos, diciéndonos que ya hablarían con nuestros padres. Yo me pasé una buena temporada con el alma en vilo, esperando que vinieran a hablar con mis padres y creyendo que me iban encerrar para el resto de mis días.
Pero pronto se nos pasó el susto. Un día al salir del colegio, por la tarde, habiendo en el trayecto una palmera, de la que solíamos coger los chavales dátiles, nos pusimos a ello. Es que los críos no escarmentamos. Así que nos organizábamos; unos hurgaban con una caña y otros (yo entre ellos), íbamos recogiendo la dulce fruta que iba cayendo. El problema es que otros se organizaban de otra manera. Primero tiraban piedras a la palmera y luego recogían los dátiles que habían caído. Claro alguna piedra, subía pero no bajaba . . . no bajaba, en ese momento, hasta que otra pandilla se ponía a hurgar con la caña y caían los dátiles y alguna piedra. Y cayó una piedra mientras otros recogían del suelo la fruta. Y cayó sobre una cabeza. Y esa cabeza era la mía. Si hubiera ido a la guerra, creo que no llevaría en mi cuerpo tantas heridas como en una infancia feliz como la que pasé aunque creáis lo contrario, por todo lo que os cuento.
Bueno esta vez por lo menos no me dejaron solo.
Yo noté un buen golpe en la parte superior-trasera de la cabeza, vamos en la coronilla. En principio me cagué en los muertos de quien sujetaba la caña, pensando que se le había ido y me había dado en la cabeza, pero dejamos la discusión, en cuanto empecé a notar un líquido viscoso, que me resbalaba por la cabeza y el cuello, empapándome la camisa. Allí quedaron los dátiles, y salimos corriendo, no se sabe adonde. Una mujer que había por allí, nos dijo que el ambulatorio, no quedaba muy lejos y todavía recuerdo, cómo se quedó en la puerta de su casa, sin acompañarnos nadie, yendo nosotros por nuestro pie al la casa de socorro a que me curaran la nueva herida. Como en la vez anterior, la gente nos dejó pasar claro y allí estaba yo ofreciendo mi cabeza, para que me pusieran otras diez grapas en mi cuerpo, que junto las seis de la rodilla, me hacían parecer el jovencito Frankenstein, después de los sucesivos transplantes.
Y de la camilla de operaciones, a pata otra vez, sin que nadie nos acompañara tampoco, a dar la buena nueva a mis padres, recorriendo el kilómetro que nos separaba de mi casa. Vaya tiempos.
Entré en el almacén y me encontré con mi padre, pues mi madre ya se había subido al piso. Me vio con el esparadrapo en todo lo alto de la testa y se subió conmigo para decirle a mi madre: "ahí tienes a tu hijo con la cabeza abierta". Por poco se muere del susto la pobre mujer. Y menos mal que me vio de cuerpo presente.
Tras el accidente de mi padre, volvió a negociar con el Altísimo, para que se salvara y como esta vez el milagro era más grande, la compensación tuvo que ser también superior. Nada de una figurita, no. Novena completa al intermediario, que por lo visto fue San Martín de Porres, no me preguntéis por qué, con reparto de panecillos después de la procesión, al finalizar la novena y de propina una año entero, vistiendo hábito, o sea toda de negro con un cinturoncito.
Después de eso, no se ya si porque veía que la cosa de la negociación no funcionaba demasiado, o porque al verme ya fuera de peligro , de momento, se dejó de intercesiones, no hubo pago por las gracias recibidas, en forma de piedra sobre mi cabeza.
El resto de nuestra estancia, ya no deparó ninguna cosa de especial mención y al final de la temporada, nos volvimos al hogar dulce hogar, para emprender mi nueva etapa estudiantil, que sería unas de los mejores años de mi adolescencia, pronta a ser estrenada.

jueves, 11 de febrero de 2010

Annus horribilis

"I have a dream".
Esto lo decía Martin Luther King en agosto de 1963 ante cientos de miles de personas, en Washington, en repulsa contra la discriminación racial.
Ese mismo año en el mes de noviembre, era asesinado en Dallas el presidente Kennedy.
En España, se instaura el TOP. No era una lista musical; era el Tribunal de Orden Público, que se encargaba de juzgar los delitos políticos.
Ante tamaños acontecimientos, me permitiréis que os cuente esas cosas de poca importancia, que suelen suceder entre las familias de gente corriente como la nuestra.
Tampoco fue un buen año para nosotros.
Yo seguía con mi vida de estudiante de 5º de primaria. Se había a trasladado a vivir con nosotros mi abuela paterna, la "mare Antonia", porque no quería que le llamásemos abuela. Veréis por la foto que acompaño, que tenía buena presencia y tampoco era cuestión de llevarle la contraria. Supongo que en el subconsciente, todavía me quedaba la imagen del balcón cuando nací. No, la verdad es que cuidó bastante de mí cuando mis padres "estaban fuera" y yo por temas de escolarización no podía desplazarme con ellos.
Mi abuela materna, vivía con mis tíos. La tía Lolita y el tío Manolo.

Mi tía era guapísima y cuando vinieron de Alcalá (recordáis el negocio fallido de la frutería), se dedicaba a cuidar de los cuatro hijos que tenían, de ellos el que tenía mi edad y con quien yo congeniaba más era José Luis. Mi tío era una especie de genio, en todos los sentidos y la extensión de la palabra.
Se había establecido como carpintero y tenía un almacén en la calle "Escorredor" y encima tenían una vivienda, pequeña, en la que yo pasaba algunos fines de semana, pues la relación de las dos familias era excelente y allí yo, era un miembro más de la familia.Como os decía mi tío era un genio. Igual hacía de carpintero, que se fabricaba él sólo una barca (y flotaba), que pintaba (bastante bien), o hacía un mueble con tallas de varias estampas del Quijote; incluso se construyó un chalet en el mar, en "les oliveres", que como veréis más adelante fue parte importante de esta historia. La música nunca fue lo suyo, desde luego, porque estaba algo sordo. Tal vez por eso y por su aspecto y el tema de la pintura, siempre me ha evocado a Goya. En fin cosas de críos.
En casa, la cosa estaba bastante tranquila. Mi madre trabajando a destajo en el almacén y estirando tapetes con el almidón y las agujas (había que pagar el piso, recordáis) y mi padre, rodando por todos los huertos de la región (todavía no comunidad), comprando naranjas.
Como os decía anteriormente, mi padre se desplazaba en moto. Tenía una moto preciosa, una BJR . . .
Un día, estaba yo en casa de mis primos, En "l´ascaleta" , llamada así porque estaba la vivienda encima del almacén y se accedía a ella por una escalera estrecha. Normalmente, me volvía a casa el mismo día, lógicamente o si era fin de semana igual me quedaba hasta el domingo por la noche, para jugar con mis primos. Pasaban los días y yo seguía en casa de mis primos, sin decirme nadie nada. Me llevaban al colegio, iba a dormir allí. En principio no me paré a pensar si había algo raro. Tenía ocho años y como os digo, lo pasaba bien con mi "otra" familia. El tiempo seguía pasando. Empecé a pensar, por qué estaba tanto tiempo allí y por qué no venían ni siquiera a verme mis padres. Claro yo no decía nada. Tampoco notaba nada. Recuerdo que una tarde jugando en la terraza, oí tañer las campanas de la iglesia del Salvador, la parroquia. Siempre que en una novela o en una película se habla de un presentimiento, parece que lo ponen para dramatizar la historia que se cuenta. Pero la vida, siempre supera la ficción. Yo oyendo las campanas, tuve un presentimiento. Mira que si mis padres han muerto. ¿Por eso estoy viviendo aquí?. Pero no dije nada claro. El tiempo pasaba. Un día le pregunté a mi abuela, por qué no venían mis padres. Y me dijo que "estaban fuera". Y el tiempo pasaba. Por las mañanas, para asearnos, teníamos que desplazarnos por un largo pasillo, al aire libre, para cruzar todo lo largo que era el almacén. Allí había un aseo y enfrente al aire libre una pila donde nos lavábamos la cara y nos peinábamos, para ir al colegio. Esa mañana, me acompañó mi abuela para lavarme. Cuando me iba a lavar la cara, me dijo que mi padre había tenido un accidente con la moto. Me dijo que "está mol malet". No dijo nada más. Yo me lavé la cara. No reaccioné de ninguna manera. Me dio la toalla.Me la puse en la cara para secarme. Y entonces rompí a llorar.
Ese día no fui al colegio. Por la noche tuve una pesadilla que hacía que me despertara llorando. Me pasé la noche soñando con dos líneas, que se desplazaban una contra otra, pero que nunca llegaban a tocarse. Al mismo tiempo tenía una sensación como si tocara arena. Tuve un subidón de fiebre y me pasé sobre una semana enfermo. Mi tía y mi abuela cuidaban de mí. Mi madre, estaba en la habitación del hospital, junto a la cama en la que mi padre se debatía entre la vida y la muerte.
El accidente se produjo cuando mi padre volvía a casa a última hora del día y en la carretera de Nules a la altura de lo que hoy es una redonda (la del polígono Carabona), pero que entonces era un cruce con la carretera antigua de Valencia, un pobre hombre que también volvía a casa con su tractor, después de finalizada la jornada, fue a cruzar la carretera, no vio a mi padre y éste para evitar el golpe, se fue a la izquierda, con la mala suerte de que había un montón de piedras rugosas, para reparar la calzada. La rueda de la motocicleta, golpeó con el montón de piedras, cabeceó y lanzó al que iba en el asiento trasero de la moto, por encima, pero mi padre se dio con la parte izquierda de la cara contra las piedras. El golpe fue tremendo. Mi padre no perdió la conciencia en ningún momento, incluso se levantó para parar la moto que se había quedado en marcha. Pronto llegó la guardia civil y se lo llevaron al hospital de Burriana. Allí al ver las heridas, le mandaron urgentemente al hospital de Castellón y viendo las tremendas heridas de la cara, le operaron inmediatamente, pero prácticamente sin esperar que pasase de aquella noche, por lo que la cura no fue ni mucho menos la adecuada y después las secuelas fueron irreversibles. Parece que en la familia somos duros de pelar y después de un mes en el que iba evolucionando, le fueron haciendo diversas operaciones, al ver que no se moría y finalmente aunque convaleciente todavía, me permitieron que lo visitara, pues hacía tiempo que no veía a mi padre, pero tampoco a mi madre.
La encargada de llevarme fue la "mare Antonia" . El viaje a Castellón, lo hicimos en autobús. Durante todo el viaje mi abuela, me iba preparando. Yo tenía ocho años. Ella me decía que no me asustara. Entramos en el hospital. Recorrimos varios pasillos. Al entrar en el patio del hospital, al fondo del pasillo, estaban mis padres de pie. Uno junto al otro. Mi padre con la cara deformada por el golpe. Todavía hinchada. Yo eché a correr y me refugie en las faldas de mi madre. Como con la toalla de aquella mañana. Y rompí a llorar. Mi padre se fue a la habitación. Esa primera visita, la hicimos corta y no estuve con mi padre. Mi padre cuando me fui, le dijo a mi madre llorando: "este niño no me va a querer nunca más".
Poco a poco, me seguían llevando y paseábamos los tres, mis padres y yo, por el recinto del hospital. Poco a poco yo iba mirando a mi padre. Poco a poco, paseábamos los tres por el hospital, ya cogidos de la mano, mis padres y yo. Poco a poco fuimos saliendo de esta. Le dieron el alta a mi padre, aunque la convalecencia fue larga y tuvo que pasar por varias operaciones. Pero finalmente, la vida volvió poco a poco a la nueva normalidad.
Mi padre tenía una moto. Una moto preciosa. Una BJR . . .
No. No fue un buen año.

martes, 9 de febrero de 2010

Estrenando década y piso.

Estamos de estreno: nueva década (1960) y nuevo piso.
La década, comienza de una forma trepidante.
Morían Albert Camus (60), Gary Cooper y Ernest Hemingway (61) y Marilyn Monroe (62). Se estrenaban las películas "Psicosis", "West side story" y "Matar a un ruiseñor" y "Viridiana" de Buñuel, consigue la Palma de Oro en Cannes.
A nivel político, se produce el debate televisivo en el que Nixon sudó la gota gorda (y no es una metáfora), que le costaría el debate y más tarde la presidencia del país, siendo proclamado el que sería el presidente más joven de EEUU: John F. Kennedy. Éste, inició su mandato pisando fuerte y algún que otro callo, con la invasión (y el fracaso) de la bahía de Cochinos en Cuba y como consecuencia de la tirantez de las relaciones de la URSS (recordemos que volvían a ser los malos), se produjo la crisis de los misiles, que casi se lleva a la humanidad por delante. Mientras tanto en Berlín, se inicia de la noche a la mañana la construcción del muro del mismo nombre, que venía a dar visibilidad física, al teórico telón de acero entre las democracias occidentales y el llamado Pacto de Varsovia.
En España, el Madrid a lo suyo, en el 60 gana su V copa de Europa. Franco también a lo suyo, dando algún paso de cara a la galería internacional y de consumo interno: se equiparan los derechos laborales de la mujer a los del hombre, pero no los civiles; se permite la convertibilidad de la peseta; el dolar se cambia por 60 pesetas y por contra, se detiene a Jordi Pujol en el Palau de la música por manifestarse contra el régimen. Los estudiantes de Barcelona convocan huelga y en madrid se crea la Federación Universitaria Democrática de España . . . es que los estudiantes, siempre tienen que estar contra el poder establecido (algo empezaba a moverse).
La revista HOLA, no daba abasto. Se casaba una española llamada Fabiola, con el rey Balduino de Bélgica, casi nada y además (sí, sí), contraen matrimonio el príncipe D. Juan Carlos de Borbón con Dª Sofía de Grecia (toma).
En el panorama musical, un chaval de 20 años triunfa en Nueva York, un tal Bob Dylan. Stevie Wonder, encabeza el nº 1 de las listas de éxitos con doce años y en el Liceo catalán, debuta y triunfa Monserrat Caballé. ¿Os suenan estos nombres?.
Ante un comienzo de década como esta, la familia Sorlí, no podía ser menos y con la década estrenó piso en propiedad, con la correspondiente hipoteca y con el piso nuevo, vida nueva.
En este piso, situado en la calle 13 de Septiembre, pasé yo la infancia, adolescencia y juventud, pues no saldría de allí más que para casarme y formar mi (nuestra) propia familia; pero para eso falta muchísimo por contar y no querréis que abrevie tanto supongo ( y espero ).
Como os comentaba en el "post" anterior, nos habíamos hecho viajeros. Cuando finalizaba la temporada de naranjas, volvíamos a casa y mi madre iba arreglando poco a poco el piso para podernos trasladar. Como no, yo la acompañaba y allá que íbamos mi madre a pie y yo, para agilizar, en una Vespa a pedales (como siempre ayudando), tentando su santa paciencia.
Despues de Algemesí, la siguiente parada, fue Benifayó de Valldigna.
Allí también nos dieron un piso, que esta vez lo teníamos en exclusiva. Este estaba enfrente del almacén de turno, donde trabajaban mis padres y encima de un taller de motocicletas, a cuya puerta pasaba yo bastante tiempo cuando salía del colegio, jugando con piezas de motos y tornillería diversa. Recuerdo que por aquella época, mis laboriosos padres, debían de estar un poco más asentados económicamente, pues mi padre se compró una motociclieta que yo veía enorme y que para la época no debía estar nada mal pues era de 125 ó 250 c.c. (supongo), pero en todo caso era bastante grande, blanca, preciosa era una BJR. Esta motocicleta jugaría un papel importantísimo en nuestra vida, que nosotros no podíamos ni imaginar (eso sería por el año 1963), pero todavía faltaban algunas cosas por pasar.
De vuelta a Burriana otra vez, nos cambiamos ya a vivir al piso nuevo y como yo tenía ya edad para estudiar pimaria, ingresé en el colegio público Cervantes, que estaba situado donde hoy está el colegio de Penya Golosa.
Ingresé en 1º y lo primero que aprendí, fue a cantar el Cara al Sol, pues todas las mañanas, en el patio, antes de entrar al colegio lo cantábamos todos los alumnos y profesores. El patio era de tierra y a la hora del recreo, lo dividían en dos con una cuerda, para separar a niños y niñas. Por la mañana cuando salíamos al recreo, nos daban un vaso de leche, que hacían con unos polvos y que yo recuerdo que era bastante asquerosa. Mi madre para ayudarme a que pasara el trago y así poder tomar algo de alimento, me daba unos sobrecitos de cacao, que se llamaban "TODDY" y que era el Colacao de los pobres; pero bueno, con ello yo me tomaba la leche.
De 1º pasé directamente a 3º, saltándome 2º y menos mal, porque el profesor de ese curso, D. Ramón Saborit se llamaba, tenía la fama (y la apariencia) de un ogro.
Durante ese curso, que nos impartía un hombre ya mayor, que se llamaba D. Miguel Esteve, quien era muy buena persona y que me tomó mucho cariño, cogí una grave enfermedad, que me tuvo en cama unos tres meses.
Todo comenzó con debilidad, fiebre, etc. y claro guardé cama. Vino el médico, el Dr. Aparici y despues de varias pruebas, con los medios que había por aquella época, el buen hombre viene un día a casa, se sienta con mis padres y les dice que tengo una grave enfermedad de corazón.
Bueno, drama total. Mi madre, llorando, rezando . . . , mi padre no muy dado a exteriorizar pero supongo que pasándolo igual de mal, para al final, no sé si por los rezos de mi madre, o porque el galeno metió la pata (yo apuesto por lo segundo), la cosa acabó con una nefritis y escarlatina, después de la negociación de mi madre con el Sumo Hacedor y la Virgen Santísima. En pago, creo que compraron una imagen del Sagrado Corazón de Jesús que nos acompañaría hasta muy recientemente.
La época de obligado reposo, no la pasé mal del todo. Vamos lo pasé muy bien. Un amigo y vecino que había hecho en la finca y con el que iba al colegio, me traía deberes para que no perdiera el curso y allí estaba yo otra vez entre mujeres, mi madre y las amigas, que se juntaban todas las tardes a coser y a oir el serial de la radio (creo que hacían una novela que se llamaba "Lucecita". Total de la muerte). Para que no me aburriera en mi habitación me sacaron la cama al cuarto de estar y allí que estaba yo en medio de todo el sarao.
Al final como mala yerba nunca muere, me curé y además pasé de curso.
De 3º, también me salte otro curso y me pasaron a 5º, debía ser un genio.
En 5º nos daba clases un tal D. Wenceslao, un profesor calvo y que se pasaba toda la clase fumando (impensable ahora verdad) un tabaco que se llamaba "Mencey" y que se vendía en unos paquetes negros con letras verdes. Tampoco lo llevaba mal con él, aunque no era D. Miguel desde luego. Bueno este curso también tuvo su aquél.
Enfrente de casa, había por entonces un solar, en el que se amontonaban materiales de construcción de Manuel Gómez (más conocido como "Manuelet") y que era quien había hecho los pisos en los que vivíamos. Entre estos materiales, había unos montones de arena y unas viguetas de hormigón que estaban apiladas a una altura de 1 m. más o menos. Nosotros jugábamos en ellas a "fuera de mi castillo", que consistía en que un ejército se montaba en el castillo y el otro lo asediaba, intentando subir. A mí me tocó de atacante y claro yo batiéndome el cobre para ayudar a mis compañeros a conquistar el castillo, un pie que le dá una patada involuntaria a una vigueta, la cual cae y se encuentra en su caída con una pierna, la mía, de la que desgarra un buen trozo de carne por encima de la rrodilla y deja el hueso casi a la vista. Desbandada general. Allí me quedo solo, todo el castillo para mí. No me quedé mucho tiempo disfrutando del triunfo claro, salí tambien corriendo con mi nueva herida de guerra (recordaréis el culo quemado), pues estaba a treinta metros de casa. Llamo, sale mi padre que llegaba de trabajar y se estaba afeitando, me coje en brazos (os recuerdo que tenía moto, no teníamos coche y no era plan) y nos llegamos a un médico que había relativamente cerca de casa. Las mujeres que había en la consulta nos dejaron pasar delante claro, clamando a Dios y compadeciéndose de la criatura.
Mi padre siempre me ha dicho que me porté como un hombre; supongo que porque como iba ya llorando, no debía poder aumentar los decibelios y llorar más fuerte, pero bueno. El médico, cogió los colgajos de carne que sobraban, cortó y puso seis grapas en mi pierna. Todo al vivo, sin anestesia. Olé y olé.
Bueno estoy otra vez de convalecencia, pero esta vez no fue muy larga.
Este fue tambien el año, en el que tomé la primera comunión (no todo iba a ser malo) con mi mejor amigo José Mut y otra chica del barrio, Inmaculada. Y allá que fuimos todos inmaculados a los carmelitas a que nos dieran la Hostia.
Os he dicho que no todo iba a ser malo, pero bueno, son cosas que se dicen, porque después de la ceremonia, el suntuoso banquete ofrecido por mis padres a los amigos, a base de bocadillos, cerveza y chocolate, con la correspondiente tarta y para que no faltara de nada "champañ", se celebró en el almacén que había enfrente de casa, cuyo propietario era el ya mencionado "Manuelet" y que no se si nos lo cedió por la mala conciencia de mi accidente guerrero o bien lo alquilaba para estos eventos.
El caso es que entre la idas y venidas, de mi madre para llevar unas cosas y otras al banquete de su queridísimo hijo, la puerta de casa, estaba abierta, lo que no era raro en la época y tampoco pasó nada o no se dieron cuenta hasta que cuando a la semana siguiente fueron a pagar al banco el plazo mensual del piso, ¡¡NOS HABÍAN ROBADO!!. Efectivamente, no estaba el dinero en la cajita, en la que tan celosamente iba guardando mi madre los ahorros para pagar la mensualidad. Nunca se resolvió el misterioso robo. Pero todo pasa y esto también pasó y se solucionó. Todo tiene remedio y lo que no tiene remedio, mejor no tocarlo.
Este fue el inicio de la década de los 60. No estuvo mal eh?. Pero bueno tampoco creais que acabó aquí la cosa, porque estamos en el año 1963 y os comentaba que mi padre tenía una preciosa motocicleta BJR. . .

martes, 2 de febrero de 2010

Algemesí

Pues como os decía, la familia Sorlí se va de viaje.
Estamos en el año 1959.
Otro que se va de viaje en el mundo es Fulgencio Batista, dictador de cuba, entrando en La Habana unos guerrilleros barbudos: Fidel Castro y "CHE" Guevara. Y hasta hoy. También huye en el Tíbet, invadido por China desde el 50, el Dalai Lama. Otros que se van, pero definitivamente, son el director Cecil B. De Mille y el actor Errol Flyn. Mientras tanto, triunfan en las pantallas, Marilyn Monroe, Jack Lemon y Tony Curtis "Con faldas y a lo loco". En Inglaterra se fabrica el primer "Mini" de Morris.
Por España, se publica en la prensa, que Franco ha pescado un cachalote, tras "nueve horas de lucha". Se inaugura ese año el Valle de los Caídos, no sé si por conmemorar lo del cachalote. (Nota: los caídos y mutilados, eran los fascistas. Los republicanos, eran putos cojos y tumbados en las cunetas).Se aprueba en España un Plan de Estabilización Económica y conseguimos otro Nobel, esta vez para Severo Ocho.
Nosotros, también teníamos nuestro plan de estabilización económica: mucho trabajo, mucho ahorro y muchas privaciones; pero para eso mi madre también era un genio y se merecía otro premio Nobel, el de economía.
El primer destino del que ya guardo recuerdos vívidos, es el de Algemesí. Como comprenderéis, hasta ahora me he valido de las anécdotas que contaban mis padres, pero ya voy empezando a tener conciencia y la personalidad de un chiquillo de cuatro años.
Pues bien lo bueno de que te contrataran como encargado de las compras de un almacén de "La Ribera", es que tenían trabajo todos los miembros de la familia (bueno yo no claro), y además te daban un piso para vivir, que solía estar encima del almacén; por tanto el único gasto, era la comida. Comprenderéis cómo estaba mi madre de contenta. Su mente era una procesión de pesetas, desfilando hacia el banco para pagar el pisito.
En Algemesí, el piso estaba efectivamente encima del almacén, con una escalera muy larga y que para no tener que subirla y bajarla muchas veces cuando llamaban, se ingeniaron un portero automático, a saber: una cuerda atada a la cerradura y que recorría toda la pared hasta la puerta de entrada. Genial. Y aprovechando la idea (y la cuerda), como yo tenía entonces cuatro años y apenas llegaba a los pomos de las puertas del piso, pues cuerdecita colgando para el niño.
Este piso, no fue en exclusiva, pues lo compartíamos con la familia del encargado del almacén, también de Burriana. Esta familia estaba compuesta por el matrimonio y dos hijas, algo mayores que yo.
A mí ya me llevaban al colegio, pues iba creciendo y se me había acabado el chollo de estar por casa dando la tabarra, aparte que como os decía mi madre también trabajaba en el almacén y no nos habíamos llevado detrás a ninguna de las dos abuelas/canguro.
Mi colegio estaba a unos quince minutos caminando del almacén/vivienda y todas las mañanas, mi madre me cogía de la mano para llevarme. Teníamos que atravesar las vías del tren con unas barreras de las antiguas, manuales y de las que colgaban unos hierros, para que la gente no cruzase por debajo. Yo tengo como un recuerdo, aunque no os podría asegurar que no lo soñé, pero lo he guardado siempre como vivencia, que una vez yendo al colegio con mi madre, con las prisas por pasar cuando se levantó la barrera, se me enganchó uno de esos hierros a la manga del babero y allá que iba para arriba la barrera y detrás mi brazo, hasta que mi madre bastante agobiada, consiguió desengancharme la manga.
Por aquella época, no me gustaba mucho ir al colegio, además de ser la primera vez y parece que encima era bastante llorón. Las madres de los demás niños me llamaban "cariñosamente" "el ploró" y decían que enseñaría a llorar a todos los niños del colegio.
Mi madre para endulzarme el trago me compraba todos los días una golosina, de una "paraeta" que había yendo al colegio. He dicho una golosina, pero debería decir "la" golosina.
La secuencia era la siguiente: mi madre con una prisa de los demonios, porque me tenía que dejar y volverse al trabajo, llevándome a rastras y llorando. Yo plantado delante de la "paraeta", con toda la exposición de chucherías, calculando, sopesando, comparando, (los minutos pasando, mi madre subiéndose por las paredes) y al final me decidía por un avioncito de plástico transparente, lleno de anisetes, que era el mismo que había elegido el día anterior, después de todas las cavilaciones y el día anterior y el siguiente, pero para ello estaba todos los días plantado un tiempo que a mi madre se le debía de antojar eterno. No sé yo si no me engancharía ella la manga del babero en la barrera en un momento de desesperación.
Mi madre además de buena economista (mejor, ahorrista), siempre ha sido muy religiosa y siempre ha tenido vírgenes y santos a su alrededor (recordaréis que perdió unos zapatos en una romería). Pues bien quiso el destino, que tuviésemos delante del almacén una iglesia y que viniese un cura de las misiones, para hacer una novena, que como podéis imaginar, mi madre no iba a dejar pasar por alto. Mientras duró la novena, todas las mañanas, antes de ir al colegio, se ponían en funcionamiento los altavoces de la iglesia, todavía de noche, con una "cancioncita" (levántate perezoso, que ya llega la mañana y ha venido la Virgen que al rosario te llama, Ave, Ave Ave María. . . o algo así) y allá que íbamos mi madre y claro ("on va el poal, va la corda"), yo. Había que ganarse el cielo desde bien pequeño.
En cuanto la vida en el piso, lo llevábamos bastante bien entre las dos familias. Yo otra vez entre mujeres y siendo pequeño, os imagináis; el rey de la casa.
Las dos cabezas de familia ( no nos equivoquemos, siempre son ellas), se compenetraban perfectamente, pues si mi madre era ahorradora, su compañera más que ahorradora, ya era rrácana.
Aprovechaban y compraban un pollo para las dos familias, claro mi madre siempre acababa la semana con algo de carne y la otra no lo entendía, sin pensar que ellos eran cuatro a comer y nosotros dos y un cuartillo (el cuartillo era yo).
La economista de la otra familia, cuando hacía una tortilla, la hacía con un huevo y claro como era para cuatro, le añadía un poco de agua para que cundiese. Un día que se le debieron cruzar los cables, le puso a una de sus hija un huevo frito y la niña al verse el huevo entero en su plato, le preguntó a su madre: " ¿Mare este ou es tot pa mí?", por poco le sienta hasta mal.

Pues estos eran los planes de estabilización económico de la mayoría de los españoles de la época, pero mis padres, sobre todo mi madre, era feliz, viendo que sus sueños de tener un piso se iban cumpliendo.
Acabada la temporada, nos volvíamos a Burriana, a ver los progresos en el piso y a soñar con el día en que nos podríamos mudar a nuestra propia casa. Pero para ello, tendría que haber más viajes. . .