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miércoles, 28 de abril de 2010

¡TODO EL MUNDO AL SUELO!













Aquel año 1981 sucedieron cosas muy importantes, tanto a nivel nacional, como mundial.
En Egipto, era asesinado Anuar el Sadat, en Roma el Papa Juan Pablo II era tiroteado por el turco Alí Agca y en EEUU Ronald Reagan es herido también en un tiroteo en Wasington.
En Francia, tras 23 años de gobierno de la derecha, gana la elecciones presidenciales François Mitterrand.
En España, haciéndose insostenible la situación a Adolfo Suárez, por las luchas internas en su partido, éste dimite como presidente del gobierno, presentándose como sucesor Leopoldo Calvo Sotelo. Durante la votación en el congreso, para su elección, irrumpen en el hemiciclo un grupo de guardias civiles, mandados por el eterno salvapatrias Teniente Coronel Tejero y al grito de ¡quieto todo el mundo!, secuestra a los parlamentarios, poniendo a España al borde de otra guerra civil. El golpe es secundado por algunos generales y en Valencia Milans del Bosch, saca los tanques a la calle. Finalmente, la mayor parte del ejército, se mantiene fiel al rey y a la democracia y se consigue volver a la normalidad relativa de la época.
Pasado el susto, España sigue caminando hacia la normalización y se va equiparando al resto de Europa y del mundo con las leyes que se van aprobando, como la del divorcio, votada en el parlamento español en el mes de julio. También este año, llega a España el Guernica de Pablo Picaso.
Pero para nosotros, no había nada más importante en el mundo que nuestro hijo.
Toda nuestra atención estaba focalizada en Víctor. Mª José lo disfrutaba durante todo el día, pues no trabajaba y se pasaba el día con él. Yo salía corriendo hacia casa del trabajo, para poder cogerlo, bañarme con él y luego en el comedor, tenerlo tumbado entres mis piernas, oyendo música, que le relajaba mucho, mientras Mª José preparaba la cena.
Víctor era un crío muy tranquilo, alegre y muy querido. Dormía en su cuna al lado de nuestra cama y nos hacía de despertador por las mañanas, venga el salto, hasta que nos levantábamos.
El día del 23F, estábamos a la hora del golpe en casa de mis padres, ajenos a lo que sucedía, cuando nos llamó mi tía, para interesarse, si estábamos todos bien. Como no sabíamos nada, nos contó lo que estaba pasando e inmediatamente, nos subimos en el coche Mª José, Víctor y yo, para irnos a casa. Lógicamente, llevábamos la radio puesta e íbamos oyendo el bando de Milans, con lo que la incertidumbre de lo que iba a pasar era total. Yo estaba preocupado, pues me había licenciado hacía relativamente poco y no sabía qué podía pasar si nos movilizaban a todos. ¿En qué bando nos tocaría?. Yo dependía de la región militar de Cataluña, pero claro no sabía cómo estaban repartidas las voluntades y las fuerzas. Desde luego en Valencia estaba claro.
Me pasé toda la noche enganchado al televisor, hasta que salió el Rey y tras su discurso, parece que se iban tranquilizando las cosas. Así pues al día siguiente, me fui al trabajo, pensando que lo peor había pasado.
Nuestra vida volvió a girar en torno a Víctor; yo seguí trabajando en T. Blasco y me puse a estudiar en la UNED, para sacarme el Acceso a la Universidad para mayores de 25 años.
En el trabajo, había algunas turbulencias, que no me gustaban, así que me puse a prepararme por si acaso.
Cuando salía a las seis de la tarde, me encerraba a estudiar, o me iba a Vila-real a clase. Pasamos un año un tanto agobiados, pero al final aprobé el curso.
Para Pascua, nos organizamos un excursión con unos amigos -Alvaro y Emi- a Matet y allí pasamos el día los cinco. Cargamos nuestro R-5, pues no era cosa de ir a sufrir y el final del día, lo acabamos en nuestra casa porque se puso a llover, pero lo recordamos con cariño. En esa excursión planificamos un nuevo viaje, esta vez a Cuenca durante un fin de semana. Era la primera vez que íbamos a dejar a Víctor con mis padres, tenía siete u ocho meses y la verdad es que nos costó un poco, pero también lo pasamos bien y claro al regresar, cogimos a Víctor con muchas ganas.
Y así entre trabajos, estudios y sobre todo Víctor iba transcurriendo nuestra vida.
La relación entre nosotros era mejor cada día y no se había resentido en absoluto con la incorporación del nuevo miembro de la familia. A Mª José ser madre no le supuso ningún trauma, pues venía de una familia numerosa, donde este papel ya lo había ejercido; más bien al contrario, estábamos contentísimos, felices y ella guapísima.
Creo que en este capítulo he repetido muchas veces el nombre de Víctor ¿verdad?; pero qué le vamos a hacer era nuestra vida . . .

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