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miércoles, 17 de febrero de 2010

Que no pare la música

Vaya década la de los sesenta para la música.
Londres parecía por entonces la impulsora de la moda y la música.
Ahí estaban en pleno apogeo Los Beatles, a quienes se les concedió este 1965 la Orden del Imperio Británico, lo que llevó a otros miembros de la Orden a devolver sus medallas, por no estar dispuestos a compartir ese honor con unos melenudos. Y eso que Los Beatles, eran los "buenos chicos", porque los más transgresores eran los Rollings, con Mick Jagger y su entonces novia, la también cantante Marianne Faithfull, encarnaban el inconformismo de la época.
En Londres surgió también, un grupo urbano denominado "mod" apócope de moderno, que se desplazaban en Vespa y cuyo grupo favorito eran Los Who. No estaba mal la movida londinense.
Las melenas de los componentes de los grupos se iban alargando y las faldas de las chicas acortando. Mary Quant diseñaba la minifalda.
La modernidad, iba llegando poco a poco también a España. Ese año vinieron de gira Los Beatles por primera vez, desatando la locura entre la juventud, sobre todo, como no, entre las chicas.
El régimen, seguía con la estrategia del palo y la zanahoria, proclamando las bondades de su buen gobierno y sofocando las cada vez más asiduas revueltas estudiantiles.
Burriana era por entonces una ciudad volcada en la agricultura, sobre todo la producción y exportación de naranjas, que representaba algo más del 10 % de las exportaciones españolas y que en esta mitad de los sesenta, eran unas 120.000 Tm. lo que salía por el puerto, dando ocupación esta actividad agrícola a las 2/3 partes de la población activa de la época. Sería, posiblemente, el canto del cisne, pues con el desarrollo económico, la mejora de las infraestructuras, carreteras y ferrocarril, con el consiguiente abaratamiento del transporte, llevaría a bajar el tráfico marítimo a tan sólo 30.000 Tm. al final de la década, siendo el principio del fin del puerto comercial como tal, pasando a ser, con el tiempo, tan sólo puerto pesquero.
Nosotros, los Sorlí, llegados de Murcia, sanos y salvos, de momento, nos reintegramos a la vida de la ciudad, volviéndonos ya prácticamente sedentarios, pues si bien mis padres todavía se fueron un año a Gandía, yo no los acompañé, por mis obligaciones estudiantiles.
Mi madre seguía con el pluriempleo, aunque sólo tenía dos: iba al almacén, como encajadora de naranjas y había adquirido bastante fama en Burriana, almidonando y estirando manteles, siendo conocida como "Pureta la dels mantelets" y teniendo con este trabajo una buena y estable fuente de ingresos; dicho sea de paso "els mantelets" y "cubertors", ocupaban buena parte del espacio de casa.
Como cuando vinimos de Murcia, todavía no había acabado el curso, me tuvieron que buscar un colegio, en el que pasase los dos o tres meses que faltaban para finalizar el mismo y que no perdiera los conocimiento adquiridos. No sé como, pero supongo que por alguna influencia, acabé en el colegio Carmelita.
Es una fase de mis estudios, de la que no guardo ni buenos ni malos recuerdos. Es como una especie de sueño, porque no me llegué a integrar nada en absoluto en la filosofía del colegio. Apenas llegué a hacer amigos. Por aquella época, seguía con los antiguos amigos de la vecindad y del colegio Cervantes, el más cercano José Mut.
Recuerdo que un domingo, habíamos quedado en ir al cine, como no, a la función de las 4. Hacían "Espartaco" de Stanley Kubrik. Sí, era una película que había ganado el Oscar en 1960, pero entonces, aquí las películas, no llegaban tan rápido como ahora.
Bien pues quedamos en ir a la función de las cuatro, que era la infantil, pues a la de las siete, ya solían ir las parejas de novios más mayores y los matrimonios, pues los maridos, después de la comida, se iban al casino y luego iban a por las mujeres para sacarlas al cine y a tomar algo. Que sí, ya lo sé, pero la cosa era así, qué le vamos a hacer. Se que suena fatal, pero no me distraigáis que pierdo el hilo.
Teníamos que ir a la función de las 4. Ese domingo yo me salté la misa de la mañana. No sé por qué, pesados. El caso es que mi padre, no se cómo, me pilló. Me coge y me dice: "a qué misa has ido hoy" - "pues a la de doce esta mañana a los salesianos" -"pues yo he estado allí y no te he visto". Total pillado. Así que me hizo ir a misa por la tarde. Paradojas de la vida, quien había luchado con los "rojos", obligando al hijo a ir a misa, integrándose así a los usos y costumbres de la época. Claro la misa era a las cinco en los Carmelitas, por lo que no me daba tiempo a ver la película. Fui a misa y al salir, intenté sacar entrada para ver "Espartaco" en la función de las siete. Imposible. Así que rondando por los tres cines que había en Burriana, sólo encontré entradas en el Cine Requena para ver . . . "Franco ese hombre". Me pasé esperando a que empezase la película durante la hora y media, que duró aquél NO-DO larguísimo, que filmó José Luis Sáez de Heredia, para mayor gloria del dictador y como enaltecimiento de los famosos "25 años de Paz". Parece que el generalísimo, dado que firmaba menos sentencias de muerte, tenía más tiempo para ir de caza y a inaugurar pantanos. Sí todavía se firmaba alguna sentencia de muerte, aplicándose el garrote vil. Si os queréis documentar sobre este sistema, os recomiendo la película que ese año filmó Luis García Berlanga: "El verdugo", con el inolvidable José Isbert. Mucho más recomendable que "Franco ese peazo de hombre".
Bien, pasó el verano sin que me rompiera nada, de verdad que yo era un buen chico, lo único que pasa, es que ponía mis diferentes partes anatómicas en el lugar menos indicado y en el momento más inoportuno, pero yo no hacía gamberradas ni nada parecido. Como os decía pasó el verano y yo con diez años , tenía que empezar el bachillerato, así que mi madre, quiso que fuera a un buen colegio.
Ya os he comentado que mi paso por el Colegio de los Carmelitas, no dejó en mí ninguna huella.
Mi madre, quería para mí lo mejor y lo mejor entonces era el Colegio Salesiano y como nuestra situación económica, sin ser ricos, era bastante desahogada, tenía que ir a un colegio de pago, si bien, conseguí alguna beca; así que ese verano tuve que hacer una prueba en los salesianos, por ver si tenía el nivel suficiente para comenzar con el ingreso, que era entonces el primer curso del bachillerato.
Y sí, pasé la prueba e "ingresé" en los Salesianos, dando paso así a una de las mejores etapas de mi vida, coincidiendo, con el inicio de la adolescencia.
Y eso eran palabras mayores, porque a partir de entonces se iban a precipitar los acontecimientos, uno tras otro, todos ellos de una aparente intrascendencia, pero que serían cruciales, en el futuro inmediato y no tan inmediato del resto mi vida. . .
Vale.

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