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martes, 23 de febrero de 2010

Deportes y música.

El año 1967 es recordado entre otras cosas por la muerte del "CHE", a manos del ejército boliviano, si bien a él se las cortaron, como prueba fehaciente de su muerte.
También aconteció en ese año la "Guerra de los seis días", durante los cuales el ejército israelí, conquistó gran parte de Egipto y Jordania y atacó Siria, como un demostración de fuerza ante la constante tensión con sus vecinos árabes.
En Sudáfrica Christian Barnard, realiza el primer transplante de corazón; no todo eran malas noticias.
Se publicaba en ese año "Sargent Pepper´s", de los Beatles y en Buenos Aires "Cien años de soledad" de Gacía Márquez.

En España ingresa en prisión Marcelino Camacho, líder del sindicato clandestino CCOO.
Yo estaba en mi tercer año en el colegio Salesiano, cursando 2º de bachillerato y me había integrado ya totalmente en la filosofía del mismo. Como os dije descubrí un nuevo mundo y sobre todo, descubrí el deporte. Allí todo te incitaba a practicarlo; grandes espacios abiertos, con sus porterías de fútbol, canastas de baloncesto. . .
Siempre se solía llegar un buen rato antes de entrar a clase y se jugaba un partidillo, al que se iban sumando los que iban llegando. En los recreos era lo mismo; todo bullicio, críos corriendo detrás de un balón. .
Hasta entonces, mis juegos no pasaban de correr de un lado a otro, de esconderse y con un poco de mala suerte, romperte la crisma. Yo las habilidades con los distintos balones con que se jugaba al fútbol o al baloncesto, no las tenía ni conocía las reglas de juego. Hasta tal punto, que cuando me sumaba a un partido, me encontraba raro, porque, claro al principio no conocía a nadie, pero allí a nadie se preguntaba quién era o a qué curso iba.
Yo corría de arriba para abajo y alguna vez, supongo que por error, o por el rodar de la pelota, esta caía a mis pies y yo me deshacía de ella como mejor podía que solía ser mal. En estos principios, una vez me hicieron falta, no sé por qué; una norma no escrita, era que a quien le hacían la falta la lanzaba. Yo me vi delante de la pelota, cerca de la portería y por delante sólo quien, supongo que por desgracia, le había tocado hacer de portero; y me dije:"ésta es la mía" y me lancé, pero no a chutar, sino a correr con la pelota hacia la portería, ante el estupor general de mis compañeros de juego. Ese era mi conocimiento del reglamento del fútbol. En este caso, no salí muy mal parado de mi analfabetismo futbolero, pues era tan grande la burrada, que creyeron que les había gastado una broma, así que me volvieron a plantar la pelota, y esta vez sí, chuté, supongo que con no mucha fortuna. Pero yo iba aprendiendo, reglamento y habilidades y sobre todo a correr. Como la táctica en estos partidillos, solía ser bastante simple: patadón adelante y a ver quién la coge, yo me solía poner delante, resulta que eso era ser delantero centro, y como corría bastante más que los demás, solía quedarme con el balón y delante del portero y metía goles, así que me empezaron a querer todos en su equipo. Yo corría y corría, parecía Forrest Gump. Así que el profesor de gimnasia, me propuso ir a una carrera que hacían en Castellón del campeonato escolar. Y dije que sí. Mi primera carrera. Y me pose a correr. Y me puse a pasar gente, eramos un montón de críos. Y llegué segundo y me dieron mi primera medalla. Luego vendrían muchas más, en los campeonatos escolares infantiles. Después en los juveniles. . .
Luego unos amigos de colegio y de vecindario, me dijeron que había un
campeonato local de fútbol y me propusieron jugar con su equipo. Y dije que sí. Al equipo le pusieron de nombre "El Rayo", así que mi madre me tuvo que hacer (no, no comprar, hacer) el equipo. Cogió una camiseta interior blanca, que era con las que hacíamos gimnasia entonces y le cosió un franja roja transversal y detrás un número. El "9", el del delantero centro. Y no, no ganamos el campeonato, pero yo metía algunos goles y al año siguiente, me llamaron del Burriana infantil para una prueba y la pasé y jugué con el "9" en el equipo local. Ese año sí que ganamos el campeonato.
Luego el profesor de educación física, me propuso probar con el baloncesto. Y dije que sí. Y allí andaba de infantil, con los mayores, con los juveniles, que me tenía casi como una mascota. Yo quería el mismo número "9" que en el fútbol, hombre, por no liarme con tanto número, pero todavía no era tan bueno, así que me tuve que conformar con el que me dieron. Y me dieron el "10", no estuvo mal. Y ese sería ya siempre mi número en el equipo de basket.
Los estudios, tampoco me iban mal. Salía alguna vez en el cuadro de honor y mi madre se encargaba de controlar que pusieran mi foto en el cuadro, ya que alguna vez se les olvidó y no era cosa de que saliera Javier, que vivía en mi misma escalera y no me pusieran a mí.
Como iba bien con los estudios y tras mi primer "contacto serio" con la música en las actuaciones veraniegas, mis padres me compraron una guitarra y un método "Tárrega" para aprender.
De los vecinos de enfrente del piso, que tenían tres hijos, uno tocaba en una rondalla, así que me enseñó algunos acordes y algo de ritmo y ahí que andaba yo practicando con el método y alguna ayuda del vecino, para ir sacando canciones.
Y veréis que deporte y música jugarán un importante papel en mi vida.
Mi padre mientras tanto se había comprado otra moto. Esta vez una Bultaco. Supongo que no estaría muy contenta mi madre, pero claro él tenía que ir a trabajar y no tenía carné de coche. Fui a acompañarle a sacar la moto del taller para estrenarla. La compró en Talleres Agustí, en el "carrer dels abrets". Y nos fuimos los dos, tan contentos con la moto nueva.
A mi padre, "el amo", el Sr. Sendra de Valencia, le hizo encargado de una finca que tenía en Sagunto. Así que, todos los días, cogía la moto y se iba a Sagunto hasta la noche, en que llegaba a casa sobre las siete. Alguna vez en vacaciones, yo le acompañaba. El viaje ahora parece corto, pero por las carreteras de entonces, se prolongaba por espacio de casi una hora. Me imagino, que hasta acostumbrarse, mi madre se debía rezar diez o doce rosarios por la mañana y otros tantos por la tarde, hasta verle a entrar en casa sano y salvo.
Yo en verano, seguía en casa de mis primos. A veces como interno, esto es quedándome a dormir y si no, me desplazaba en una bici que había sido de mi padre y me quedaba de media pensión, o sea a comer.
Seguíamos con nuestras aventuras, con las chicas, lo típico de los críos en verano; alguna sobreexposición al sol, con las típicas quemaduras en los hombros en forma de mariposa.
Una vez estábamos la pandilla de los chicos en "la mar morta", que era una playita, dentro del puerto, donde estaban "les barques de Sanz", las cuales el tal Sanz alquilaba por horas a las jóvenes parejas de novios, para ir por dentro del puerto. Había por allí un hombre algo mayor, que no regía del todo bien y alguno del grupo, le debió de decir algo que no le gustó, así que cogió una piedra y se la lanzó a quien le había insultado. Este prevenido de lo que podía pasar, se agachó, así que la piedra no le dio y siguiendo su trayecto, fue a dar sobre una cabeza, unida a un cuerpo que estaba allí y que era el mío. "Cloc", noté que la sangre me caía por la cara, un líquido viscoso, os suena no. Me cogieron entre todos, y a correr a casa a que me curara mi tía. Yo con la sangre en la cara, les preguntaba si tenía el ojo, pues no sabía si me lo había vaciado. Al final todo terminó con una tirita, ni siquiera puntos y una nueva condecoración en mi cuerpo en forma de cicatriz encima de mi ceja. De verdad, que yo era un buen crío. No hacía nada.
Y así pasaban los veranos, hasta que mi tío vendió el chalet y yo dejé de ir a pasar los veranos con mis primos. Y vinieron otras pandillas de chicos, otras pandillas de chicas. Y los primeros emparejamientos inocentes. Cuando estábamos por ésta o por la otra.
Dejamos de vernos con las chicas de los chalets de enfrenta, con la valenciana y exótica Maribel, con Begoña, Consuelín y la chiquilla delgaducha. . .
Y como dijo el clásico: y fuese y no hubo nada, ni con Maribel, ni con Begoña, ni con la chiquilla delgaducha. . .

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