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lunes, 25 de enero de 2010

Mi infancia: El Prat de Llobregat.

Corría el año 1956 y yo para no contradecir a Darwin, había evolucionado: pasé de mamar y dormir, a comer papillas y gatear, incluso intentaba hacer mis pinitos tratando de ponerme en pie.
En el mundo, Rosa Parks, una mujer negra, se sienta en la parte de delante del autobús, reservada a los blancos y es detenida. Esto produce un levantamiento de la población negra, para exigir el final de la segregación racial, boicoteando el uso de los autobuses. Los disturbios, finalizan con 115 negros detenidos. Caray con el país de las libertades. En aquel año, se casan el príncipe Rainiero con Grace Kelly y Brigit Bardot, conmociona a Hollywood con la película de Roger Vadim "Y Dios creó a la mujer", por su gran carga erótica. Se produce ese año el levantamiento popular de Hungría contra la URSS, que ahora volvía a ser la mala.
En España mientras tanto, se producían los primeros conflictos con los universitarios, declarándose el estado de excepción. El poeta Juan R, Jiménez, gana el Nóbel de Literatura.
Mis padres mientras tanto, también evolucionaban, económicamente, o por lo menos lo intentaban.
Mi tía, la hermana de mi madre, estaban en el Prat de Llobregat, en Barcelona, trabajando en la recolección de la fruta y la verdura, pues unos hermanos de su marido, tenían un puesto en el mercado. Como no les iba mal, les dijeron a mis padres: veniros para acá. Y cargando con los bártulos y conmigo, allá que nos fuimos en busca de un mundo mejor.
La cosa empezó como jornaleros; como veían que los cuñados se llevaban la mayor parte de las ganancias, en la venta de la fruta, empezaron a alquilar tierras, para plantar, recolectar y vender ellos directamente la fruta y la verdura en el mercado. Y la cosa iba funcionando.
Viendo que se traspasaba un puesto de venta en el mercado, y dado que se habían llevado a mi abuela materna para que me aguantase a mí mientras ellos trabajaban, le dijeron a mi abuela: por qué no vende la casa y cogemos el traspaso y así ganaremos más dinero. Y claro dado que mi abuela era viuda y vivía con ellos, accedió, vendiendo su casa en Burriana, por cuarenta mil pesetas de las de entonces. No sé por qué os estáis imaginando que la cosa no salio bien.
Pues no salio bien. Se les escapó a mis padres y mis tíos, el pequeño detalle de preguntar antes de vender la casa, cuánto pedían por el traspaso y claro cuando fueron a formalizarlo, les pidieron más de lo que tenían y se frustró el negocio.
Mientras tanto yo dando la tabarra a mi abuela todo el día.
Cuando llegaban mis padres del trabajo, me cambiaban, me daban de cenar y me acostaban y en una de esas noches, estando cambiándome junto al brasero para que no pasara frío, me dejaron de pie de espaldas al brasero para cojer la ropa y yo que no andaba demasiado bien de estabilidad por aquella época. . . Sí, me caí de culo, de culo sentado encima de las brasas, organizando me imagino uno de los mayores barullos, con llantos, carreras, gritos y todo lo que podéis imaginar con el culo abrasado. Acabábamos de inventar la depilación a la brasa. Os puedo garantizar que no he tenido un pelo, ni de tonto ni de listo en mi culo. Lo tengo liso y fino como el de un bebé. Un bebé que se ha caído sentado en el brasero.
La curación fue larga, y supongo que dolorosa físicamente para mí y me imagino que psíquicamente para toda la familia. Y como las desgracias nunca vienen solas, heló la cosecha de ese invierno, perdiendo mis padres y tíos los beneficios que habían obtenido hasta entonces.
Mi madre, sabia como son las mujeres y perdidos bienes y esperanzas, dijo una de las frases importantes de esta historia de la familia Sorlí: "Paco ¿Qué hacemos nosotros aquí?".
Y así con más dinero perdido que ganado en esta aventura económica, nos volvimos para Burriana, a la casa alquilada que me vio nacer, a convivir con mi abuela paterna (la "mare Antonia", porque no quería que la llamasen abuela) y a reiniciar, otra vez, el intento de resurgimiento económico.
Mi abuela materna, dado que no tenía casa, pues la habían vendido para el negocio, se quedó a vivir con mis tíos y repartió entre las dos hijas las cuarenta mil pesetas de la venta de la casa.
Así que estamos otra vez en Burriana, sin habernos hecho ricos y yo con el culo pelado.
Pero mi madre la emprendedora, poco tardó en pronunciar otra de las sentencias importantes en nuestra historia " Paco . . .

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